En artículos anteriores desarrollamos el concepto de deuda. El concepto, en general asociado a algo negativo, también puede ser positivo según su utilización. Lo que nos lleva a concluir que hay distintos tipos de deuda.
Para saber cuál es cuál, debemos conocer sus características en profundidad y así poder determinar de qué manera afectará a nuestras finanzas personales. Empecemos por lo básico. Una deuda es un monto que una persona debe a otra persona, empresa, institución u otro. En general, se tiene la obligación de pagar en un tiempo determinado, establecido al momento de contraerla.
Las deudas de tipo más informal, como el préstamo de un amigo, quizá no tengan estipuladas cuestiones más formales como puede ser plazo o interés a pagar. En cambio, si el préstamo proviene de una situación bancaria, la situación es diferente. Este tipo de instituciones establecen montos a pagar, plazos, intereses o comisiones, como también pueden solicitar garantías, por lo que es necesario conocer tanto los derechos como las obligaciones contraídas al momento de aceptar el crédito.
También mencionamos que hay distintos tipos de deuda, las cuales podemos dividir en cuatro tipos: inversión, consumo, hormiga y subsistencia.
Hoy nos ocuparemos de la deuda de subsistencia, la cual se explica de una manera muy sencilla: cuando recurrimos a préstamos o créditos que están destinados a cubrir las necesidades básicas de todos los días, incurrimos en una deuda por subsistencia. Algunas necesidades pueden ser el pago de vivienda (alquiler), gastos en salud, alimentación. También los servicios básicos, como agua, luz o telefonía.
Este tipo de deuda puede ser muy nociva. Intrínsecamente, evidencia un problema en las finanzas. Si los gastos básicos no pueden cubrirse con el dinero que ingresa, lo más probable es que tampoco pueda cubrirse el préstamo solicitado. Además, los créditos para este tipo de situaciones pueden llegar a tener intereses muy altos e incluso comisiones difíciles de pagar.
Por otro lado, la situación puede ser netamente financiera. Por ejemplo, un ingreso se demora más de lo debido y hay que recurrir a un préstamo para poder subsistir hasta que podamos cobrarlo. Quizá sea la única alternativa, pero sabemos que por lo general requerirá un costo elevado.
Es recomendable prever este tipo de situaciones para poder enfrentarlas de la mejor manera. Si bien muchas veces son imprevistas, otras pueden ocasionarse simplemente por descuidos. Por lo que una planificación adecuada puede ser la diferencia entre incurrir en un préstamo de costos elevados o poder pasar una situación de inestabilidad sin tantas repercusiones negativas.