En el artículo anterior nos hemos referido al precio del dinero, es decir, el precio que se paga por utilizar una cantidad de dinero determinada en un marco de tiempo previamente estipulado. Así llegamos a la tasa de interés: en una operación financiera, el valor de la tasa de interés es indicativo del porcentaje de interés que se debe pagar como contraprestación por la utilización del dinero.
Al momento de pedir un préstamo, por ejemplo, hay que conocer el producto y considerar distintos aspectos, los cuales van a variar si se trata de un préstamo personal, de un préstamos para una PyME u otros. Y hay que considerar las características técnicas de cada tipo de préstamo. Entre ellas se destaca la tasa de interés, pudiendo ser principalmente de dos tipos: tasa de interés simple y tasa de interés compuesta.
La tasa de interés simple es aquella en la que el interés obtenido al momento de finalizar cada período del préstamo no se suma al capital inicial a fin de generar nuevos intereses. El interés simple siempre se calcula en base a nuestro capital inicial. Y los intereses obtenidos en un período no se reinvierten en el siguiente. Como conclusión sencilla, el interés obtenido en cada período es el mismo.
Podemos entonces resumir la tasa de interés simple en tres características principales: el capital inicial se mantiene igual durante toda la operación; el interés no se modifica, es decir, es el mismo para cada uno de los períodos de la operación; la tasa de interés se aplica sobre el capital invertido inicialmente.
Seguramente a esta altura ya pueden intuir dónde radica la diferencia entre el interés simple y el interés compuesto. Cuando se aplica una tasa de interés compuesta, los intereses conseguidos en cada período se van sumando al capital inicial, con lo que se generan nuevos y mayores intereses. A diferencia de la tasa de interés simple, aquí los intereses no se pagan a su vencimiento sino que se van acumulando al capital, el cual crece al final de cada período y por tanto también lo hace el interés generado en base a un capital mayor.
Las características de la tasa de interés compuesta son: los intereses se acumulan sobre el capital inicial, el cual va aumentando; la tasa de interés se aplica sobre ese capital en aumento; los intereses se incrementan.
Al momento de elegir con qué tasa de interés se quiere trabajar hay que evaluar la disponibilidad de los intereses y la rentabilidad que se pretende.